13 de octubre de 2012

Hoy solo veo un cielo que ha decidido combinarse con mi estado anímico.

Solo tengo cuatro paredes y una razón para volver a escribirte. Llueve, y todo es tan vacío que hasta siento que sobro entre tanta oscuridad...

Sé que correr tras tuya no es una buena idea, ya que nunca nadie pudo caminar sobre el agua. Llamarte tampoco suena coherente, ni recordarte, ni quererte...Nada tiene sentido, y mientras intento mentalizarme esa verdad absoluta me pierdo en la sensación que me provocan los recuerdos de tu cuerpo, tus manos; su tacto suave, como cuando las yemas de tus ásperos dedos recorrían la curva de mis caderas, demasiado rápido como para poder frenar al tiempo y no cometer nuestro perfecto error.

En fin; ya no tengo prisa, ni ganas, ni citas a las siete..
No te tengo, pero ya no importa tanto como cuando creí que eras lo único que cabía en mi bolsillo. Así que voy a centrarme simplemente en sentir cómo se congelan mis pies y escuchar—intentado no respirar para evitar confundir mi aire con los truenos—cómo los perros de los vecinos le ladran a esa nube con forma de gato: gris, inquieta y tan mojada de miedo que hasta parece que caerá de un momento a otro por su propio peso. 

Sin más, sin menos; sin ti.

Me muerdo el labio inferior, recapacito. Y me levanto sobresaltada dándome cuenta de lo que acabo de hacer: te escribí, te confesé que sufría. Te necesité y te lo hice saber.

Pero eso no me duele. Ahora solo me sangra el dedo, o el corazón, o todo en uno... mientras veo que tu última conexión fue hace catorce crueles minutos que no dejaron respuesta a mi confesión.. Y mejor así; no quiero saber que la solución a mi miedo es, según tú: 'Pues tonta, deja de pensar y enciende la luz.'

No hay comentarios:

Publicar un comentario